Desde la colonización española, entre los utensilios de cocina no podían faltar las ollas, que no solamente eran fabricadas con hierro, sino también algunas eran de barro. Tenían diferentes tamaños, y algunas presentaban tres pies, necesarios para colocarlas sobre fuego.
Cuando se hablaba de olla, no solamente se hacía referencia al utensilio de cocina, sino también a la comida que contenía, como carne, verduras y legumbres; también se denominaba “puchero “, haciendo referencia a la vasija de barro que llevaba ese nombre. Era la comida básica de las familias españolas cuando llegaron a Argentina, provenientes del Viejo Continente, y se convirtió en la comida de los inmigrantes.
En el campo y en la ciudad entre ricos y pobres era muy popular el puchero, carne de res, maíz tierno, zapallo, zanahorias, tomates, arroz y pimientos; los ingredientes variaban de acuerdo a las posibilidades económicas de cada quien, y se le agregaba agua. Una forma de evitar el contacto directo de los ingredientes con el fuego.
El puchero era un alimento de cada día; y en la sociedad cordobesa colonial ocupaba un lugar muy importante, para no decir indispensable en la alimentación. Se preparaba con carne vacuna, luego la ovina, la de cerdo y la de aves de corral.
Con el paso del tiempo, el puchero ha sufrido modificaciones y adaptaciones de acuerdo a cada región. Algunas provincias argentinas, al puchero se le agrega choclos, batatas dulces, papas, mandioca, chorizo, carne o gallina y carne seca. Siempre acompañado con una salsa criolla. Pero se ha convertido en un delicioso plato típico nacional de Argentina.