Después de la conquista y colonización española durante el siglo XVI y a principios del siglo XIX, empezaron a llegar de Europa italianos, galeses, alemanes, suizos, que aportaron sus tradiciones, su agricultura y especialmente su cocina, que influyó en nuestra cocina ancestral. Introdujeron los guisos, frituras, aderezos y especias.
En el 1573 la ciudad de Santa Fe fue fundada por el conquistador español Juan de Garay, quien le dio ese nombre en homenaje a su fe católica. Desde ese entonces, la ciudad de Santa Fe cuenta con una gran población católica.
Durante los días de cuaresma, los creyentes respetaban el ayuno de no comer carne e idearon diferentes platillos entre los cuales las Maultasche, pequeñas bolsitas, elaboradas con un tipo de masa, rellenas con carne y verduras; un platillo heredado de la cocina alemana, específicamente de la región de Suabia y se popularizó en pueblos del interior santafesino.
Alrededor del origen de la Maultasche hay varias versiones, pero la más popular es la del monasterio cisterciense “Monasterio Maulbronn”. Según cuenta la leyenda, en la época de cuaresma, los monjes de ese monasterio para poder resistir el frío, crearon un plato en forma de un raviol grande, que rellenaban con vegetales; pero entre las capas de pasta agregaban carne molida, que se confundían con los vegetales. Los monjes denominaron a ese platillo “Engaño a Dios”, que en alemán sería Herrgottsbscheiberle.
Otra versión es que este platillo está inspirado en los ravioli y tortellini, o en un plato chino conocido como Jiaozi.
Actualmente, hay tres formas de cocinar las Maultaschen: dentro de una sopa, como una tortilla o a la plancha; hay Maultasche veganas.